martes, 18 de noviembre de 2014

Carmesí


Carmesí, es lo que queda de todo lo que recuerdo de ti.
Era el color de tu vestido.
Era así la segunda capa almizclada de mi bebida.
Era el del horizonte lejano y adolorido.
Era el color que se colaba por las cortinas.
Era el color de las estelas que mis dedos dejaron en tu piel.
El color que de los labios te emborroné.

El color que desapareció de la planta de tus pies cuando los apoyaste en el suelo, tras bajarte de mi cama por primera vez.
El color de los listones en tu pelo, bailando al son del viento  en una de nuestras escapadas.
Cuando abrí la puerta de nuestra habitación, así se veían mis esperanzas.
Así se vio mi aliento cuando te vi en la cama con otro; y de aquel mismo color, la herida en mi mano cuando tiré el jarrón.
Fue el color de tu pulso en estupor,
El epíteto de mi dolor, el filo de mi voz.
Y así, carmesí,
El tirón del tendón, la fuerza del músculo,
Y la punta del vidrio roto, empapada en sudor y color.

Luego, así, la realización escurriéndose por el lavabo.
El temblor al abrir la puerta una vez más,
El color de echar a correr en la noche,
Y el color de no volver jamás.

Carmesí… lo único que quedó de ti.


martes, 4 de noviembre de 2014

Sacudida de Ángel

Por mis sueños me hablo a mí misma. A través de mis sueños me hablo a mí misma.
Es la único momento del día cuando conversamos- cuando una está dormida.
Yo: la de la rutina y los cuadernos, la bebedora de trementina, la de los caminares etéreos, la que tiene los ojos tapados con terciopelo.
Y ella: la insomne contadora de canciones, la trazadora de mapas ciegos, la de las epifanías por ángeles sacudidas, la de las palabras y ansias atoradas...
Pero de vez en cuando, ella me habla.
Y me lo dice sin rodeos, con crudeza, con cualquier aspecto caleidoscópico y azaroso de mi mente libre. 
(O nuestra).
Hace unas noches vino Castiel.
Está en mi bucketlist besarlo.
Y fue la primera vez que pedí un beso; los demás los he tomado con desdén/desespero.
Y él me dijo: "No. No aquí, porque si me besas sentirás todo cumplido, hasta deshacerte de tus libros. Te lo prohíbo. Esfuérzate más, consigue la oportunidades en el mundo real, y te lo permito."
Me desperté llorando. 
Estuve tan cerca.
Pero Castiel tenía razón.
No cuenta si no es real.
No cuenta si yo no lo hago real.
¿Y para lograrlo?
Hacer lo que vine a hacer, lo que siempre supe que debo hacer.
Escribir.
Y que el mundo se prepare para lo que está por venir.

domingo, 28 de septiembre de 2014

500 Cartas/ Variaciones

Se sentía tan inocente, como un infantil juego.
Eran sólo líneas de poesía,
Hojas marmoleadas por ambarino tiempo.
Sobres sin remitente, buzones somnolientos
e intermitentes.
Eran paréntesis en mi vida,
Palabras empapadas de ambrosía.

¿Por qué me amas?
¿Por qué quieres herirme?
¿Cuántas más cartas?

Quinientas cartas de un extraño en el umbral de mi puerta.
Quinientas armas que vienen de mi Nunca Jamás.
Quinientas cartas, como cicatrices secretas.
Quinientos secretos… matándome, y ya no puedo más.

Se sentía tan inocente, como una quimera.
A la merced de una mano violenta
Se dibujaron mundos en mi cabeza.
No puedo escapar de lo que siento adentro.
En cada sombra, cazador, estás a la distancia de un aliento.
Te estás apropiando de mi vida,
Volviendo las palabras sinfonía.

¿Por qué me amas?
¿Por qué quieres herirme?
¿Cuántas más cartas?

Quinientas cartas de un extraño en el umbral de mi puerta.
Quinientas armas que vienen de mi Nunca Jamás.
Quinientas cartas como cicatrices secretas…
Quinientos secretos matándome, y ya no puedo más.

Encontraron la carta final yaciendo a su lado.
Había una sonrisa en su cara… fría como el hielo.
Y un último mensaje, eterno,
Sólo para mí y mi desespero:
“Ahora ya nunca olvidarás. Te veré en tus sueños.”

Quinientas cartas de un extraño en el umbral de mi puerta.
Quinientas armas que vienen de mi Nunca Jamás.
Quinientas cartas como cicatrices secretas,

Y quinientos secretos matándome… y ya no pude más.


Image by: Luulia

lunes, 18 de agosto de 2014

Las Cinco Preguntas de la Única Respuesta



«Al Grajo le encanta que le cuenten una buena historia.
Lleva cosechándolas desde que existen, desde que hay dioses, hombres y grajos.
Y tiene buena memoria».

Pero, ¿qué es la memoria?
¿El sonido del cerrojo del tiempo girado por la mano carbonizada del dios y el primer pensamiento?
Del génesis, el memento.
La cuenta regresiva del único ser con miedo.
Miedo y euforia de quedarse sin tiempo.

¿con qué sueñan los hombres?
Con desiertos encapsulados en vidrio.
Arrullos de arena,
Caras alzadas al cielo,
Del inicio, el invierno.
Sueñan con cronometrar y jamás dejar de hacerlo.
Sueñan con tener en las manos puñados de tiempo,
Sembrar, hibernar, cosechar, devorar.
Incinerar estaciones, culpar al deshielo,
Darle cuerda a la corporación Eternidad,
Señalar los errores de la Humanidad,
Coronar a quien a Tánatos no invoque.

¿A quién invocamos?
A los aullidos en los bosques siempre-verdes.
Del rey y el dios, el enroque.
Al metal forjado por la decisión última,
A los cuervos, versos, cuerdas y avernos,
A mil y un historias
Y a los castillos pulverizados de Asturias.
Invocamos guerras estúpidas.
Declaramos «pertenezco».

¿A dónde pertenezco?
¿A las cuencas vacías del ser supremo?
¿A once mil ancestros?
¿Al cello hecho de lo que quedó de un barco maltrecho?
¿A las quimeras de los muertos?
Y la respuesta es: al tiempo.
A los conceptos quiméricos,
A los insomnes conciertos.
Allí pertenezco: a donde los colores del universo son lavados por pájaros primigenios,
Y quedan sólo los trazos borrosos y enormes
Del baile de las constelaciones.

¿Y con qué bailan, al son de qué instrumento?
Sabemos que lo hacen a destiempo.
Sólo Odín les permitía danzar a sus cuervos.
Átropos cantaba: «¡desenhebro!»
Y Zurvan… él, del espacio, era el arquitecto.
¿Y al son de qué bailamos nosotros?
Al conteo de pájaros negros…
Al tiempo.

«Se mezclarán todos en un lago negro de tinta. Uno se elevará y, luego otros, cientos, miles, marcas negras sobre una hoja en blanco, los descendientes de Pensamiento y Memoria se enlazarán en un apasionado y espectacular baile: una historia de dioses, hombres y grajos.»
(Y sabemos que todos los humanos tienen una. Tatuada en cada paso).

¡Pst! La última verdad te entrego: Moriremos.

¿Y culpa de quién es eso?

viernes, 8 de agosto de 2014

Dejen al Cuervo Volar

Es curioso como el mundo se distorsiona a través del cristal.
Llamémoslo espejo, ventana, copa…
«Curioser and curioser» dijo la Alicia de Carroll.
Yo dije lo mismo, sentada en asiento trasero del carro.
¿Qué nos impulsa a observar?
Belleza, discordancia.
Nada lo hizo en este caso particular. Aunque, yo siempre estoy mirando por la ventana, esperando hallar algo maravilloso.
Quizá fue la realización de cómo la combinación de tantos elementos extraños puede forjar algo cotidiano.
¿Qué fue lo que encontró?, se preguntarán.
Bueno, como todo, no era lo que yo... esperaba.

He recorrido cientos de veces esta avenida. Cientos.
Leía Bellman & Black, ahora recuerdo. Todos morían. Bueno, qué esperábamos de la historia de un hombre cuya vida está perseguida por la presencia de los cuervos.
(Grajos, ¿no es cierto?
Miré por la ventana.
Había una tienda con un nombre simpático: la magia del chef. Otra, en la calle opuesta, con ofertas descoloridas por el tiempo. Y una pizzería que nada más le quedaba una pizza de queso.
Había pasado por esta avenida cientos de veces, ¡pero nunca había visto estas tiendas!
[¿Cómo escribir si no veo el mundo? ¿Cómo crear muchos si ni conozco uno?]
Yo me había convertido en un espectador perplejo.
Todo parecía estar pintado con acuarela y estar sumergido en el vinagre cálido de un verano.
Tuve el loco impulso de desprender la ventana del auto como si fuera un marco.
Y me llegaban estas frases de manera tan súbita; vaya, parecían bombas.
Tuve también un acceso de pánico porque la inspiración había llegado y no tenía ni cuaderno ni lápiz a la mano.
Por todos los sauces, mi musa sí que es voluble. Si no escribía esto rápido, la muy traviesa [¡pst! maldita] se iba a ir a comprar la última pizza.
EN mi mente, pensé «el mundo está lleno de historias»
Pero, curioser and curioser, mi voz susurró sin mi permiso «el mundo está listo para historias».
Lo tomaré como una señal.
Luego volví a pensar en Bellman & black. Y En puro disgusto, después de acabar la primera parte, escribí «Y luego se murieron todos. Fin». Pensé que era cruel.
A posteriori, me di cuenta que acababa de descubrir las últimas líneas del tercer acto del mundo. Miré pasmada mi lápiz, mi mano y sus venas cálidas, mi muñeca morena. Quizá mi musa había sido un dios esta vez.
Qué lógico, qué cruel.
Ya lo he discutido en mis libros encajonados, pero ¿qué pasa el final? ¿Un punto entintado?
Bueno, los cuervos de Odín lo saben.
Huginn y Muninn.
Pensamiento y memoria.
¿qué es lo divino de los dioses?
Ahí tienen su respuesta.
Eso, también, es su belleza.
Cuando el sol se haya consumido, ¿qué quedará de todo esto?
[¿Cenizas?]
¿De la sangre, del sudor, las canciones, escritos, lienzos, embriones, sepulcros y estaciones?
He allí la belleza de los dioses, la única.
Ellos recordarían.
Ellos recordarán.
Así que, dejen al cuervo volar.




lunes, 28 de julio de 2014

El Gran Aquelarre

Alguien ha raptado los nenúfares de mi morada.
Hasta el verde de los pinos se llevaron.
Por eso crucé el cielo nocturno,
Por eso huí del invierno crudo
 Al volver a coser mis alas.

El pincel gris del tiempo es cruel,
A la hoguera nos ha lanzado;
Pero no hay nada
Que estas manos tristes no sanen,
No hay nada
que del violín la llamada
Vuelva naufragio.

Así que óyenos.
Somos los ojos eternos observando desde la espesura,
Las rosas secas bajo tu cama,
El pie descalzo sobre la espuma.
Somos lo que queda de la única luna,
Quienes paralizan eras con un beso,
Beso de clavo, beso de incienso,
Uno que no miente
y será siempre verso,
Será siempre verde.

Somos la mano que mece la cuna, la cortina etérea huyendo por la ventana abierta.
Llámanos diluvio,
Rapto cruel, indulto,
Hemos bailado desde antes del primer aliento,
Antes de que los bosques fueran desierto,
Y aún seguimos haciéndolo.

Así que óyenos.
Somos los ojos eternos observando desde la espesura,
Las rosas secas bajo tu cama,
El pie descalzo sobre la espuma.
Somos lo que queda de la única luna,
Quienes paralizan eras con un beso,
Beso de clavo, beso de incienso,
Uno que no miente
y será siempre verso,
Será siempre verde.

Viviremos para siempre en nuestros valles y jardines secretos.
Tenemos el secreto de la inmortalidad tatuado en los talones.

En el Gran Aquelarre nada es cierto.
En nuestro baile los juramentos se rompen,
En nuestra tierra no servirán tus brújulas, tu mente o tu nombre.
Aquí danzan todavía los niños perdidos,  los que no encontrarás en las costas de tu reino marítimo.
Sólo quedará un camino que tomar.

Llámanos hechizo,
Risa extraña, espejismo,
Hemos bailado antes de que tu abuelo tomara su primer aliento.

Esta es una invitación grabada en cada fantasía nocturna,
En cada ansia de hombre.
Es una invitación única.
Es tu opción a la cordura.

En nuestros brazos no servirán ni tus razones, tu memoria o tu mortalidad.
En el Gran Aquelarre ni los dioses se atreven a bailar.
Sólo quedará un camino que tomar.

Somos lo que queda de lo eterno, mortal.

Quédate, porque jamás te irás.

Quédate, porque jamás te irás.

miércoles, 23 de julio de 2014

Ellos

¡Oh, cuencas mías, irises arrebolados y mecidos por el cansancio, piscinas monocromáticas que llueven sobre el jardín del infinito, si pudieran desperezarme en la hora más pesada y fatal de la noche!
«Madrugada» es una palabra tan irrisoria, un epíteto tan insuficiente para la hora sin tiempo cuando el velo entre mi aquí y mi más allá se levanta.
No es una visión magnánima: el hecho lo es. Si pudierais verlo, la delicadeza  con la que el velo se alza, la mano del novio alzando el velo de su novia con ánimo de beso, la travesura de un niño que se asoma a la cocina para robarse las galletas, el sigilo del espectro del abuelo que regresa en día de muertos, y con ternura, con malicia, con desconcierto, se empina de un solo trago el tequila.
Ellos son así de no-conspicuos en su no-regreso.
No es que ellos aparezcan, como conjurados de un plano inquietante; simplemente son conscientes de que existen.
Y esto es sólo en la madrugada, en la hora pesada de la mente liviana…
Ellos respiran un poco más fuerte, saborean su aliento. Ellos se mecen en su lugar oscuro como un sauce azotado por la tempestad; y al igual que él, nunca se mueven. Ellos se hacen las mismas preguntas una y otra vez, las proyectan hacia ella.
Ellos exigen con sus ojos ciegos -ciegos porque permanecen en un solo punto-, y se cierran, se inclinan, se adivinan a sí mismos, como quien ve su sombra proyectada lejos.
Ellos están muertos porque nunca existieron. Al menos hasta este momento, cuando miran con pasmo exigencia ansia amor fijación odio horror lujuria torumba bienvenida y adiós a quien duerme profundo, a quien está igual de tibia que una tumba.
¡Si pudiera abrir los ojos, sacudirse las horas de vigilia para contemplarlos, para horrorizarse!
Pero ellos sólo vienen porque ella se va, y este intercambio es un ciclo eterno que se renueva cada alba, cada (habrá que decirlo) madrugada.
Ellos- ellos esperan y exigen que ella despierte.
Y a veces, ella lo hace.
Pero, tras ser arrancada de sí misma, no ve nada. Quizá sombras meciéndose en la esquina alumbrada apenas ella inspira bruscamente, quizá la presión de muchas miradas mientras la de ella se humedece por el batir de sus pestañas.
Ellos medio están ahí, ella medio está ahí.
Pero todas las líneas pueden emborronarse y todos los velos alzarse.
Ellos lo saben, ella lo sabe.
¡Oh, durmiente por irises de tinta arrullada!

La única que oirá tu grito de pasmo y reconocimiento, tristemente, será la madrugada.

sábado, 10 de mayo de 2014

Malum

malum
El encuentro entre carmesí fue el inicio de todo pecado.
Labios, manzana- mordida.
Del edén, la huida.
Y el primer giro de un dado.
¿Qué tiene la humanidad con el paraíso?
La relación entre mano y espino,
Rosa y jardín escondido.

Soñar con utopías
De las ciudades que veneran sangre,
¿nos absolvería?
¿pero qué realidad por un quizá fue parida?
¿Qué omnipotencia no fue de la soledad nacida?

Estamos solos-
Solos,
Con esta manzana mordida.


lunes, 31 de marzo de 2014

Contemplación etérea

Ella leía sentada sobre el césped de un atardecer lento.
Era una niña una criatura.
Su cuerpo delgado y pequeño estaba en vuelto en un vestido verde. Era un color somnoliento, lejano, de praderas celtas.
En el aire flotaba un aroma de agujas de pino y de alguna tarta de manzana  horneada tarde. Olía a azúcar quemada y a lluvia todavía.
Y había silencio, uno muy despierto, latiendo, respirando. Mis pies apenas hacían ruido en su vaivén sobre el suelo afelpado; y una pluma blanca y pequeña cruzó frente a mí, virando al capricho de un viento perezoso.
Y ella ella leía todavía. Con una concentración tan profunda como los pecios hundidos en el Atlántico. Su cabello, una melena lisa y caoba, formaba una cortina que caía sobre su libro; recortando así el mundo con tijeras de colores, haciéndolo más privado, irreal.
Las yemas cálidas de sus dedos rozaban la esquina de la hoja, en el borde superior, y tras una caricia fugaz, cambiaban la página.
Ámbar. Así eran sus irises, vivos en mínimo movimiento entre líneas. Degustaba las palabras, las cataba como a un buen vino. Las masticaba y consumía finalmente como devoradora de estrellas, como musa que a pesar de todo, volvió; de haber ido a comprar tabaco.
Y en ese momento, la deseé.
Quería tenerla, pero míos habían sido solamente los pétalos rojos de rosas en sus libros, secos, aplastados.
Anhelé su inocencia, fresca como alas recién desatadas.
Pero también pude ver a la mujer durmiendo dentro de ella, palpitando en ella, en espera a las manos de un amante.
Era la contradicción perfecta.

Quise ser ese libro. Pasta dura y moldeable a sus manos, vivo a sus ojos.
Quise ser ese mundo plagado de voces y rostros,
Uno perteneciente sólo a ella,
A su imaginación indómita.

Quería ser su mundo más que eso.
Quería vivir en ella, en su mente,
En su mundo secreto y particular,
Y dar pinceladas al lienzo que era cielo.

Quise ser alimentado con migajas,
Para que cuando finalmente ella me hubiese llevado al borde,
Sintiéndose segura, yo la hiciera mía.

Vaya Reina, vaya mendigo.
Pero de dónde vengo son lo mismo.

Así que esa noche, la observé ocultarse entre sus sábanas.
Cerráronse sus ojos.
Quería tener tacto de hojas de papel para no despertarla.

Pero lo hice.
La mecí, la besé.
Había pecado en sus labios.
Pero inocencia en sus manos,
Llagadas de papel.

Me guió a su mundo…
Uno de cielo púrpura y aves de un solo canto
Un mundo virgen, de fuerte oleaje
Donde crecían las rosas salvajes

Me llevó a su recién nacida oscuridad
Y me alimentó su primera migaja de pan
Yo sabía que habría mil noches más.

Sólo dije:
“Toda belleza debe vivir.”
Y al escribir ella la primera línea, comencé a existir.



jueves, 16 de enero de 2014

Inocencia e Invierno

Navegas mares de vino blanco
Cisne de alas desatadas
En algún páramo desolado
Un niño atrapa copos con la lengua

La inocencia es blanca y fría
En el corazón se encoge y palpita
En su estela hay nieve,
Espejos y esquirlas,
Oleaje y espuma,
Nubladas plumas
Y montañas lejanas…

Es el sentimiento de una década pasada,
La fotografía de una nevada
En Noruega o Finlandia

Columpios de infancia y vaho en la mañana,
El sonido afelpado de pisadas,
Quizá también un arpa
Y dulces escondidos en las madrugadas

Época sin mentiras,
Libre y despeinada,
De azules pupilas
Un vistazo a el espíritu claroscuro de la vida,
Hasta que la ventana de azúcar
Se contrae, agita,
Fragmenta
Y rompe,
Con la vista puesta a un callejón sin salida

Nuestros pies descalzos sangrarán con los añicos,
Por las esquirlas.
Pero rotarán las estaciones
Y aprenderemos a afrontar a ventisca.