viernes, 8 de agosto de 2014

Dejen al Cuervo Volar

Es curioso como el mundo se distorsiona a través del cristal.
Llamémoslo espejo, ventana, copa…
«Curioser and curioser» dijo la Alicia de Carroll.
Yo dije lo mismo, sentada en asiento trasero del carro.
¿Qué nos impulsa a observar?
Belleza, discordancia.
Nada lo hizo en este caso particular. Aunque, yo siempre estoy mirando por la ventana, esperando hallar algo maravilloso.
Quizá fue la realización de cómo la combinación de tantos elementos extraños puede forjar algo cotidiano.
¿Qué fue lo que encontró?, se preguntarán.
Bueno, como todo, no era lo que yo... esperaba.

He recorrido cientos de veces esta avenida. Cientos.
Leía Bellman & Black, ahora recuerdo. Todos morían. Bueno, qué esperábamos de la historia de un hombre cuya vida está perseguida por la presencia de los cuervos.
(Grajos, ¿no es cierto?
Miré por la ventana.
Había una tienda con un nombre simpático: la magia del chef. Otra, en la calle opuesta, con ofertas descoloridas por el tiempo. Y una pizzería que nada más le quedaba una pizza de queso.
Había pasado por esta avenida cientos de veces, ¡pero nunca había visto estas tiendas!
[¿Cómo escribir si no veo el mundo? ¿Cómo crear muchos si ni conozco uno?]
Yo me había convertido en un espectador perplejo.
Todo parecía estar pintado con acuarela y estar sumergido en el vinagre cálido de un verano.
Tuve el loco impulso de desprender la ventana del auto como si fuera un marco.
Y me llegaban estas frases de manera tan súbita; vaya, parecían bombas.
Tuve también un acceso de pánico porque la inspiración había llegado y no tenía ni cuaderno ni lápiz a la mano.
Por todos los sauces, mi musa sí que es voluble. Si no escribía esto rápido, la muy traviesa [¡pst! maldita] se iba a ir a comprar la última pizza.
EN mi mente, pensé «el mundo está lleno de historias»
Pero, curioser and curioser, mi voz susurró sin mi permiso «el mundo está listo para historias».
Lo tomaré como una señal.
Luego volví a pensar en Bellman & black. Y En puro disgusto, después de acabar la primera parte, escribí «Y luego se murieron todos. Fin». Pensé que era cruel.
A posteriori, me di cuenta que acababa de descubrir las últimas líneas del tercer acto del mundo. Miré pasmada mi lápiz, mi mano y sus venas cálidas, mi muñeca morena. Quizá mi musa había sido un dios esta vez.
Qué lógico, qué cruel.
Ya lo he discutido en mis libros encajonados, pero ¿qué pasa el final? ¿Un punto entintado?
Bueno, los cuervos de Odín lo saben.
Huginn y Muninn.
Pensamiento y memoria.
¿qué es lo divino de los dioses?
Ahí tienen su respuesta.
Eso, también, es su belleza.
Cuando el sol se haya consumido, ¿qué quedará de todo esto?
[¿Cenizas?]
¿De la sangre, del sudor, las canciones, escritos, lienzos, embriones, sepulcros y estaciones?
He allí la belleza de los dioses, la única.
Ellos recordarían.
Ellos recordarán.
Así que, dejen al cuervo volar.




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