martes, 4 de noviembre de 2014

Sacudida de Ángel

Por mis sueños me hablo a mí misma. A través de mis sueños me hablo a mí misma.
Es la único momento del día cuando conversamos- cuando una está dormida.
Yo: la de la rutina y los cuadernos, la bebedora de trementina, la de los caminares etéreos, la que tiene los ojos tapados con terciopelo.
Y ella: la insomne contadora de canciones, la trazadora de mapas ciegos, la de las epifanías por ángeles sacudidas, la de las palabras y ansias atoradas...
Pero de vez en cuando, ella me habla.
Y me lo dice sin rodeos, con crudeza, con cualquier aspecto caleidoscópico y azaroso de mi mente libre. 
(O nuestra).
Hace unas noches vino Castiel.
Está en mi bucketlist besarlo.
Y fue la primera vez que pedí un beso; los demás los he tomado con desdén/desespero.
Y él me dijo: "No. No aquí, porque si me besas sentirás todo cumplido, hasta deshacerte de tus libros. Te lo prohíbo. Esfuérzate más, consigue la oportunidades en el mundo real, y te lo permito."
Me desperté llorando. 
Estuve tan cerca.
Pero Castiel tenía razón.
No cuenta si no es real.
No cuenta si yo no lo hago real.
¿Y para lograrlo?
Hacer lo que vine a hacer, lo que siempre supe que debo hacer.
Escribir.
Y que el mundo se prepare para lo que está por venir.

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