Soy como una hoja en blanco que espera a la mínima
flama
Para consumirse entre las notas negras de un piano;
Cuyos fragmentos quemados
Danzarán hasta una costa verde y virgen
Donde habrá otra alma que los respire,
Que los mime,
Para que al final vuelvan al mismo camino ya trazado:
Danzas de hadas en bosques nevados…
Y canciones eternas que se volverán ecos poblados.
Hay en mí tantos universos
Tantos océanos no cruzados, tantos cantos extraviados.
Y me pregunto si son suyos esos susurros angustiados
Que se me clavan como espinos de rosales
Nocturnos y amoratados…
¿Serán suyos los cantos medio ahogados
que se
deslizan entre los manzanos
de mis jardines de plata alumbrados?
Sé que hay una tierra eterna…
Y de ahí vienen las aguas negras
Que me corren por las venas,
La tinta de todas las historias que se no se pudieron
contar
Y que me toca cantar.
Sé que hay una tierra eterna y no hay faros que
indiquen cómo navegar.
Sé que hay una tierra eterna y no tiene Reina que la
pueda gobernar.
Sé que hay una tierra eterna… y que sólo volando se
puede llegar.
Encontraré una manera, aún sin alas.
Recordaré como volar.
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