“Somos extrañas criaturas, los creadores. Éste, el de
arriba, el tuyo, el mío. Tenemos muchos universos dentro, y no sabemos
navegarlos, no sabemos entenderlos. Si hasta a nosotros nos cuesta trabajo,
imagínate un narrado, ¡un personaje de alguno de nuestros cuentos olvidados!”
“Eso no…” Batallaba para que no se le rompiera la voz.
“Explícate, mujer. ¿Cuál es tu conflicto?”
“Pisoteó mi orgullo. Todo lo que yo creía valioso en mí…
exterminado. Como bicho.”
“Esto es lo que quieres escuchar. Es un renglón de alguno
de tus mil libros. Es una brizna, un recuerdo vago; otra relación que ahora
termino. Estuvo mal y no fue justo, pero no te traicionaron. No puedes ponerlos
a elegir entre ustedes: los aman, cada uno por su lado. Te están jalando de
regreso.”
“Pero duele.”
“Mientras más sabes más duele, así que aprendiste algo.”
“Sólo quiero que alguien me diga…”
“No eres normal y no hay cura. Así eres perfecta. Estoy
aquí. Sigue caminando. Estoy aquí. Todo estará bien, Alicia”.
Una, dos, tres notas en la línea, esa que ella rompió, la
que existe entre realidad y fantasía, eso fue lo que le tomó.
“¿Cómo sabes mi nombre?”
“Porque tú me creaste, porque tú me diste vida. Porque
eras mi Reina, mi diosa, la única a la que le debo pleitesía. Soy sólo una
prueba más de lo difícil que será jamás entenderte, y por lo tanto de amarte. Sólo
levántate y camina. Esto no es más que una línea en un libro que ya
quemaste. ¿Y cuál es esta frase? Quiero irme a dormir a una ciudad perdida
tiempo atrás…
“Para que me retire como los dioses, por una eternidad.”
“Pero sé que volveré…”
“Porque tengo tanta, tanta hambre de crear.”
“No es traición o dolor tu conflicto, Reina mía. Es tu
propia ira, el veneno que te inyectas a ti misma. Nunca podrás ser como los
demás esperan, y jamás lo seas. Nada de condiciones, nada de muros, nada de
colmillos a tu tinta. Deja de envenenarte a ti misma. Te aman, y les asusta tu
lejanía. No saben que caíste y que hasta tragaste un poco de tierra, guárdatelo
para ti misma. Pero perdónalos. Son simples cuestiones de la vida. Tú decides
si te afectará o no. Pero aprender, eso no puedes decidirlo, siempre lo haces.
“¿Qué hago al volver?”
“Perdónalos. Aunque recuerda: karma. No te destruyas más a
ti misma. Tienes tanto todavía…Sólo
recuerda esta segunda verdad de tu vida, después de la muerte, tu amiga: no puedes
quedarte llorando las pérdidas y yacer inerte, quebrada de dolor. Levántate y
camina. Hazte leyenda por ti misma. Vales mucho, tú sola, y no necesitas a
nadie para comprobarlo. Quien lo valga, te entenderá y así te amará. Serás su
musa, su condena, su dicha, y aun mejor: será alguien que realmente exista.
Pero nunca olvides quien eres, nunca condiciones nada a alguien porque solamente a ti debes
complacerte. Crea. Canta. Haz lo que te plazca. Ama, ama. Siempre aprenderás de
ello. Siempre podrás volar… y siempre estaremos esperando tu regreso.”
“Gracias por despertarme… aunque después de haber tocado
el suelo.”
“Tú decidiste llamarlo sueño.”
“Ésta soy yo, y no puedo ni quiero cambiarlo, bendito
abismo eterno. Esto es lo que era y jamás dejaría que nadie me lo quite. Eso
era yo, y algún día alguien lo comprendería y lo querría, me contemplaría en mi
vuelo. No pondría condiciones. Me comería el mundo a lentos, suculentos
pedacitos. Ser quien era: nada más. Esto es lo que yo era. Iba a saltar y
despegar mis tobillos del suelo. Iba a levantarme… y volar.”
Sus alas rozaban de los abismos el extremo mientras se
elevaba hacia el cielo.
¡Y qué alto, qué eterno, qué de nuevos universos
hambriento!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Conviértanse en musas, por favor.