sábado, 18 de mayo de 2013


“Somos extrañas criaturas, los creadores. Éste, el de arriba, el tuyo, el mío. Tenemos muchos universos dentro, y no sabemos navegarlos, no sabemos entenderlos. Si hasta a nosotros nos cuesta trabajo, imagínate un narrado, ¡un personaje de alguno de nuestros cuentos olvidados!”
“Eso no…” Batallaba para que no se le rompiera la voz.
“Explícate, mujer. ¿Cuál es tu conflicto?”
“Pisoteó mi orgullo. Todo lo que yo creía valioso en mí… exterminado. Como bicho.”
“Esto es lo que quieres escuchar. Es un renglón de alguno de tus mil libros. Es una brizna, un recuerdo vago; otra relación que ahora termino. Estuvo mal y no fue justo, pero no te traicionaron. No puedes ponerlos a elegir entre ustedes: los aman, cada uno por su lado. Te están jalando de regreso.”
“Pero duele.” 
“Mientras más sabes más duele, así que aprendiste algo.”
“Sólo quiero que alguien me diga…”
“No eres normal y no hay cura. Así eres perfecta. Estoy aquí. Sigue caminando. Estoy aquí. Todo estará bien, Alicia”.
Una, dos, tres notas en la línea, esa que ella rompió, la que existe entre realidad y fantasía, eso fue lo que le tomó.
“¿Cómo sabes mi nombre?”
“Porque tú me creaste, porque tú me diste vida. Porque eras mi Reina, mi diosa, la única a la que le debo pleitesía. Soy sólo una prueba más de lo difícil que será jamás entenderte, y por lo tanto de amarte. Sólo levántate y camina. Esto no es más que una línea en un libro que ya quemaste. ¿Y cuál es esta frase? Quiero irme a dormir a una ciudad perdida tiempo atrás…
“Para que me retire como los dioses, por una eternidad.”
“Pero sé que volveré…”
“Porque tengo tanta, tanta hambre de crear.”
“No es traición o dolor tu conflicto, Reina mía. Es tu propia ira, el veneno que te inyectas a ti misma. Nunca podrás ser como los demás esperan, y jamás lo seas. Nada de condiciones, nada de muros, nada de colmillos a tu tinta. Deja de envenenarte a ti misma. Te aman, y les asusta tu lejanía. No saben que caíste y que hasta tragaste un poco de tierra, guárdatelo para ti misma. Pero perdónalos. Son simples cuestiones de la vida. Tú decides si te afectará o no. Pero aprender, eso no puedes decidirlo, siempre lo haces.
“¿Qué hago al volver?”
“Perdónalos. Aunque recuerda: karma. No te destruyas más a ti misma. Tienes tanto todavía…Sólo recuerda esta segunda verdad de tu vida, después de la muerte, tu amiga: no puedes quedarte llorando las pérdidas y yacer inerte, quebrada de dolor. Levántate y camina. Hazte leyenda por ti misma. Vales mucho, tú sola, y no necesitas a nadie para comprobarlo. Quien lo valga, te entenderá y así te amará. Serás su musa, su condena, su dicha, y aun mejor: será alguien que realmente exista. Pero nunca olvides quien eres, nunca condiciones nada a  alguien porque solamente a ti debes complacerte. Crea. Canta. Haz lo que te plazca. Ama, ama. Siempre aprenderás de ello. Siempre podrás volar… y siempre estaremos esperando tu regreso.”
“Gracias por despertarme… aunque después de haber tocado el suelo.”
“Tú decidiste llamarlo sueño.”

“Ésta soy yo, y no puedo ni quiero cambiarlo, bendito abismo eterno. Esto es lo que era y jamás dejaría que nadie me lo quite. Eso era yo, y algún día alguien lo comprendería y lo querría, me contemplaría en mi vuelo. No pondría condiciones. Me comería el mundo a lentos, suculentos pedacitos. Ser quien era: nada más. Esto es lo que yo era. Iba a saltar y despegar mis tobillos del suelo. Iba a levantarme… y volar.”
Sus alas rozaban de los abismos el extremo mientras se elevaba hacia el cielo.
¡Y qué alto, qué eterno, qué de nuevos universos hambriento!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Conviértanse en musas, por favor.