Estoico.
Es la única palabra. Estoico observando las llanuras en llamas, los lamentos de
lo que queda. Viendo morir a amigos y vecinos y hombres por igual; ignorando
que son hermanos. Hay en su ceño fruncido el eco de su dolor, pero no más: su rostro
magnánimo permanece estoico. Vive en tiempos remotos, pero contempla lo mismo.
Porta espalda y yelmo, pero lucha por lo
mismo.
No hay nada noble en morir por tu país o tu religión.
Al
final, la única vencedora, la devoradora, es la muerte. Y el guerrero, estoico
aún así, lo sabe.
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