martes, 11 de junio de 2013

La irreversibilidad

Mirando por la ventana en Holanda. Fíjate cómo todo transcurre. Cómo esas personas caminan. Puede que sea otro continente y país con distinta historia y lenguaje y cultura, pero es lo mismo. Los coches vienen y van y las nubes nadan perezosamente; el sol se agita nervioso atravesando mil densidades o chocando contra ellas. Todo es lo mismo, el mismo transcurrir, el mismo transcurrir irreversible y eterno hacia el mismo destino fatal. Que ni es destino ni es fatal, puesto que la muerte es solamente la otra cara de la moneda que nadie quiere ver porque está quemada; y no es fatal puesto que es solamente el otro puertodel vaivén, el otro extremo de la soga que los años van carcomiendo. La vida sí importa, ya que su juez es la muerte y es la única y a veces última verdad. Importa porque es por ella por lo que al final queremos ver el lado quemado de la moneda, para juzgarla y pesarla.
Importa. A pesar de que para mí no exista nada que no pueda comprobar con mis sentidos. Holanda no existía hasta que miré por esta ventana, pero ya lo hacía y seguirá transcurriendo en este péndulo luz-umbroso. 
Ya importa mi existencia, pero quiero existir para otros aunque se interpongan océanos.

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