lunes, 28 de julio de 2014

El Gran Aquelarre

Alguien ha raptado los nenúfares de mi morada.
Hasta el verde de los pinos se llevaron.
Por eso crucé el cielo nocturno,
Por eso huí del invierno crudo
 Al volver a coser mis alas.

El pincel gris del tiempo es cruel,
A la hoguera nos ha lanzado;
Pero no hay nada
Que estas manos tristes no sanen,
No hay nada
que del violín la llamada
Vuelva naufragio.

Así que óyenos.
Somos los ojos eternos observando desde la espesura,
Las rosas secas bajo tu cama,
El pie descalzo sobre la espuma.
Somos lo que queda de la única luna,
Quienes paralizan eras con un beso,
Beso de clavo, beso de incienso,
Uno que no miente
y será siempre verso,
Será siempre verde.

Somos la mano que mece la cuna, la cortina etérea huyendo por la ventana abierta.
Llámanos diluvio,
Rapto cruel, indulto,
Hemos bailado desde antes del primer aliento,
Antes de que los bosques fueran desierto,
Y aún seguimos haciéndolo.

Así que óyenos.
Somos los ojos eternos observando desde la espesura,
Las rosas secas bajo tu cama,
El pie descalzo sobre la espuma.
Somos lo que queda de la única luna,
Quienes paralizan eras con un beso,
Beso de clavo, beso de incienso,
Uno que no miente
y será siempre verso,
Será siempre verde.

Viviremos para siempre en nuestros valles y jardines secretos.
Tenemos el secreto de la inmortalidad tatuado en los talones.

En el Gran Aquelarre nada es cierto.
En nuestro baile los juramentos se rompen,
En nuestra tierra no servirán tus brújulas, tu mente o tu nombre.
Aquí danzan todavía los niños perdidos,  los que no encontrarás en las costas de tu reino marítimo.
Sólo quedará un camino que tomar.

Llámanos hechizo,
Risa extraña, espejismo,
Hemos bailado antes de que tu abuelo tomara su primer aliento.

Esta es una invitación grabada en cada fantasía nocturna,
En cada ansia de hombre.
Es una invitación única.
Es tu opción a la cordura.

En nuestros brazos no servirán ni tus razones, tu memoria o tu mortalidad.
En el Gran Aquelarre ni los dioses se atreven a bailar.
Sólo quedará un camino que tomar.

Somos lo que queda de lo eterno, mortal.

Quédate, porque jamás te irás.

Quédate, porque jamás te irás.

miércoles, 23 de julio de 2014

Ellos

¡Oh, cuencas mías, irises arrebolados y mecidos por el cansancio, piscinas monocromáticas que llueven sobre el jardín del infinito, si pudieran desperezarme en la hora más pesada y fatal de la noche!
«Madrugada» es una palabra tan irrisoria, un epíteto tan insuficiente para la hora sin tiempo cuando el velo entre mi aquí y mi más allá se levanta.
No es una visión magnánima: el hecho lo es. Si pudierais verlo, la delicadeza  con la que el velo se alza, la mano del novio alzando el velo de su novia con ánimo de beso, la travesura de un niño que se asoma a la cocina para robarse las galletas, el sigilo del espectro del abuelo que regresa en día de muertos, y con ternura, con malicia, con desconcierto, se empina de un solo trago el tequila.
Ellos son así de no-conspicuos en su no-regreso.
No es que ellos aparezcan, como conjurados de un plano inquietante; simplemente son conscientes de que existen.
Y esto es sólo en la madrugada, en la hora pesada de la mente liviana…
Ellos respiran un poco más fuerte, saborean su aliento. Ellos se mecen en su lugar oscuro como un sauce azotado por la tempestad; y al igual que él, nunca se mueven. Ellos se hacen las mismas preguntas una y otra vez, las proyectan hacia ella.
Ellos exigen con sus ojos ciegos -ciegos porque permanecen en un solo punto-, y se cierran, se inclinan, se adivinan a sí mismos, como quien ve su sombra proyectada lejos.
Ellos están muertos porque nunca existieron. Al menos hasta este momento, cuando miran con pasmo exigencia ansia amor fijación odio horror lujuria torumba bienvenida y adiós a quien duerme profundo, a quien está igual de tibia que una tumba.
¡Si pudiera abrir los ojos, sacudirse las horas de vigilia para contemplarlos, para horrorizarse!
Pero ellos sólo vienen porque ella se va, y este intercambio es un ciclo eterno que se renueva cada alba, cada (habrá que decirlo) madrugada.
Ellos- ellos esperan y exigen que ella despierte.
Y a veces, ella lo hace.
Pero, tras ser arrancada de sí misma, no ve nada. Quizá sombras meciéndose en la esquina alumbrada apenas ella inspira bruscamente, quizá la presión de muchas miradas mientras la de ella se humedece por el batir de sus pestañas.
Ellos medio están ahí, ella medio está ahí.
Pero todas las líneas pueden emborronarse y todos los velos alzarse.
Ellos lo saben, ella lo sabe.
¡Oh, durmiente por irises de tinta arrullada!

La única que oirá tu grito de pasmo y reconocimiento, tristemente, será la madrugada.

sábado, 10 de mayo de 2014

Malum

malum
El encuentro entre carmesí fue el inicio de todo pecado.
Labios, manzana- mordida.
Del edén, la huida.
Y el primer giro de un dado.
¿Qué tiene la humanidad con el paraíso?
La relación entre mano y espino,
Rosa y jardín escondido.

Soñar con utopías
De las ciudades que veneran sangre,
¿nos absolvería?
¿pero qué realidad por un quizá fue parida?
¿Qué omnipotencia no fue de la soledad nacida?

Estamos solos-
Solos,
Con esta manzana mordida.


lunes, 31 de marzo de 2014

Contemplación etérea

Ella leía sentada sobre el césped de un atardecer lento.
Era una niña una criatura.
Su cuerpo delgado y pequeño estaba en vuelto en un vestido verde. Era un color somnoliento, lejano, de praderas celtas.
En el aire flotaba un aroma de agujas de pino y de alguna tarta de manzana  horneada tarde. Olía a azúcar quemada y a lluvia todavía.
Y había silencio, uno muy despierto, latiendo, respirando. Mis pies apenas hacían ruido en su vaivén sobre el suelo afelpado; y una pluma blanca y pequeña cruzó frente a mí, virando al capricho de un viento perezoso.
Y ella ella leía todavía. Con una concentración tan profunda como los pecios hundidos en el Atlántico. Su cabello, una melena lisa y caoba, formaba una cortina que caía sobre su libro; recortando así el mundo con tijeras de colores, haciéndolo más privado, irreal.
Las yemas cálidas de sus dedos rozaban la esquina de la hoja, en el borde superior, y tras una caricia fugaz, cambiaban la página.
Ámbar. Así eran sus irises, vivos en mínimo movimiento entre líneas. Degustaba las palabras, las cataba como a un buen vino. Las masticaba y consumía finalmente como devoradora de estrellas, como musa que a pesar de todo, volvió; de haber ido a comprar tabaco.
Y en ese momento, la deseé.
Quería tenerla, pero míos habían sido solamente los pétalos rojos de rosas en sus libros, secos, aplastados.
Anhelé su inocencia, fresca como alas recién desatadas.
Pero también pude ver a la mujer durmiendo dentro de ella, palpitando en ella, en espera a las manos de un amante.
Era la contradicción perfecta.

Quise ser ese libro. Pasta dura y moldeable a sus manos, vivo a sus ojos.
Quise ser ese mundo plagado de voces y rostros,
Uno perteneciente sólo a ella,
A su imaginación indómita.

Quería ser su mundo más que eso.
Quería vivir en ella, en su mente,
En su mundo secreto y particular,
Y dar pinceladas al lienzo que era cielo.

Quise ser alimentado con migajas,
Para que cuando finalmente ella me hubiese llevado al borde,
Sintiéndose segura, yo la hiciera mía.

Vaya Reina, vaya mendigo.
Pero de dónde vengo son lo mismo.

Así que esa noche, la observé ocultarse entre sus sábanas.
Cerráronse sus ojos.
Quería tener tacto de hojas de papel para no despertarla.

Pero lo hice.
La mecí, la besé.
Había pecado en sus labios.
Pero inocencia en sus manos,
Llagadas de papel.

Me guió a su mundo…
Uno de cielo púrpura y aves de un solo canto
Un mundo virgen, de fuerte oleaje
Donde crecían las rosas salvajes

Me llevó a su recién nacida oscuridad
Y me alimentó su primera migaja de pan
Yo sabía que habría mil noches más.

Sólo dije:
“Toda belleza debe vivir.”
Y al escribir ella la primera línea, comencé a existir.



jueves, 16 de enero de 2014

Inocencia e Invierno

Navegas mares de vino blanco
Cisne de alas desatadas
En algún páramo desolado
Un niño atrapa copos con la lengua

La inocencia es blanca y fría
En el corazón se encoge y palpita
En su estela hay nieve,
Espejos y esquirlas,
Oleaje y espuma,
Nubladas plumas
Y montañas lejanas…

Es el sentimiento de una década pasada,
La fotografía de una nevada
En Noruega o Finlandia

Columpios de infancia y vaho en la mañana,
El sonido afelpado de pisadas,
Quizá también un arpa
Y dulces escondidos en las madrugadas

Época sin mentiras,
Libre y despeinada,
De azules pupilas
Un vistazo a el espíritu claroscuro de la vida,
Hasta que la ventana de azúcar
Se contrae, agita,
Fragmenta
Y rompe,
Con la vista puesta a un callejón sin salida

Nuestros pies descalzos sangrarán con los añicos,
Por las esquirlas.
Pero rotarán las estaciones
Y aprenderemos a afrontar a ventisca.




martes, 29 de octubre de 2013

Apostar Y Perder

Rey, Reina O Bufón.
Tan pocas opciones para lo entrelazadas que están las ramas.
Tan pocas para la extensión del infinito.
Tan pocas opciones para lo fortuito del casino.

La baraja se te queda corta ya.
En este juego tambaleante las raíces se te contraen.

Apuéstalo todo,
Piérdelo todo,
Inténtalo mañana,
Cruza el umbral entre el sol
y la mente humana;
Comprime estrellas en tus manos
hasta volverlas enanas.

Las cartas se te queman en esta pira suprema.
¿Quién de todos arderá?
Puedes ver cómo el olmo se deshoja,
Se te van el amor, la lealtad,
las memorias cristalizadas en ámbar,
las travesuras de madrugada.

Entre todos se turnaron
Para entre empellones,
hacerte saborear la amarga sustancia.
 ¿A qué sabía lo que había en esa copa dorada?

Y dices:
“A últimos amores de niña
Pereciendo con el sonido de motores rugiendo.
A perlas empotradas en la garganta,
 Y maldiciones  volviéndose innatas…”

Apuéstalo todo,
Piérdelo todo,
Inténtalo mañana,
Cruza el umbral entre la luna
y la mente humana;
Comprime las venganzas
Hasta volverlas enanas…

Gira y gira la manivela
De aquella vieja cajita de música,
Pareciera que respirara.
Y las paredes del librero tiritan y expiran.
La noche avanza como si esperara.

La fichas se derriten sin sonido,
Sin pérfido quejido,
¡hasta parecen empedrar un camino!

Gira y gira la aguja
De aquel viejo reloj barnizado;
Pareciera que respirara.
Y las paredes del espejo tiritan y expiran.
La noche avanza como si esperara.

Parecería que un piano toca en la distancia.
Como si las teclas solas supieran leer notas.
Hay un océano entre tú y el cielo,
Un segundo entre tú y el miedo.

Pero no estás solo.
Te acompaña tu silencio,
El latido,
El desvelo.

La noción de haber perdido
Sin haber tenido,
Aquel lamento prohibido…

Apostaste todo,
Perdiste todo,
Sombra extraña
Del umbral entre inocencia
Y negras alas;
Comprime las serenatas
Hasta volverlas heladas…

¿Por qué el ansia de persecución, de huir a tierras altas?

¿Quién esperas que sea tu raptor?
¿Ansías liberación o una prisión?
¿O las dos?

Vaya desazón,
Ésa de no tener depredador.

Con un pie dentro de la brea,
La creencia de que te rescatarán se vuelve nula,
Y sigue vociferando la tempestad.

Hechicero de negro vino,
Hombre sin piedad,
Quédate en Nunca Jamás.

Tarde en el otoño
se fueron aleteando mis vestigios de ingenuidad.
Rugen los motores y todo se va.


Todo, salvo los cantos de Nunca Jamás.

lunes, 7 de octubre de 2013

Echar a correr

A veces me dan ganas de correr sólo para ver si alguien va tras de mí.
Quizá sólo quiero sentir lo que se siente ser elegida por sobre algo. 
Hasta ahora, eso no ha funcionado.
Me han sacrificado por su propia felicidad, y nunca los culpé. 
Pero ya me cansé. Estoy enojada y hastiada y ya me cansé de dejar que me pasen por encima.
Y lo hice porque los amaba. Todavía lo hago, pero ese amor ya está emponzoñado y muere día a día. 
Cruzaron una línea.
O quizá simplemente, se llenó mi vaso y ya no pude quedarme callada con una sonrisa triste en la cara.
Tal vez ella ya lo hizo, pero nuestras naturalezas son diferentes.
Soy egoísta y quiero ser amada... Y ya no sacrificaré mi paz por la felicidad de otros.
Soy orgullosa y no quiero llorar frente a ellos; pero otra parte de mí quiere quebrarse para ver si alguien quiere consolarme.
Quebrarme. Sólo una vez. Ya no me bastan las canciones.
Soy demasiado fuerte como para aceptarlo y demasiado cobarde como para hacerles frente.
No puedo concebir de nuevo el sentimiento de ser reemplazable o desechable.
Ese sentimiento de que, a pesar de todos este tiempo y de todo el amor que yo creía que me tenían, cuando ella moviera un dedo, todos correrían de vuelta.
A venerarla. A desear consolarla.
Nunca pude ser adorable ni cálida o abierta, pero aun así, esperé que me quisieran así. En algún momento se volvió una competición por amor y no sé ni cuando empezó. 
Pero sí sé cuándo perdí.
Siempre tuve el sentimiento de que yo era reemplazable... Al menos no para ella.
Pero bueno. Pasó lo que pasó. 
Y ahora estoy sola.
Nunca lo vi venir. Una parte muy ingenua de mí creyó a mis amigos incapaces de hacerme daño a propósito.
Pero si yo no quiero sacrificar mi felicidad por la de otros,
¿Cómo culparlos?
Sólo sé que ya no lo soporto, y estoy muy cansada.
Tan cansada.
Sólo quiero dormir un rato... Echar a correr.
Para ver si alguien echa a correr tras de mí.